La irrupción acelerada de la inteligencia artificial está generando un impacto emocional profundo en el mundo del trabajo. El índice de confianza del consumidor cae a niveles históricos y refleja un estado de ansiedad que frena el consumo y la inversión, mientras la creciente capacidad de la IA para reemplazar tareas humanas amplifica la incertidumbre laboral.
Aunque la productividad mejora, la economía exhibe señales recesivas porque el pesimismo social paraliza las decisiones de gasto y reproduce comportamientos propios de la pandemia, como el ahorro precautorio y la cautela extrema.
A esto se suma una sensación de desorientación alimentada por la velocidad del cambio tecnológico y la falta de una comunicación clara por parte de gobiernos y empresas, profundizando un estado emocional colectivo que condiciona la actividad económica.
Escuchá en análisis sobre este tema de Mookie Tenembaum, en diálogo con Claudio Zuchovicki
