Desde el 1° de agosto de 2025, comenzó a regir un nuevo esquema de aranceles entre Estados Unidos y la Unión Europea, El acuerdo establece un techo del 15% para los aranceles estadounidenses sobre productos europeos, un gesto que busca desescalar el enfrentamiento pero que no ha sido recibido con entusiasmo unánime en Europa. Sin embargo, lo más controvertido del acuerdo no está en los aranceles en sí, sino en los compromisos adicionales asumidos por Europa.
Bruselas se comprometió a realizar compras masivas de energía (gas natural y petróleo, principalmente) y equipamiento militar estadounidense por cientos de miles de millones de euros. Además, la UE deberá invertir 600.000 millones de dólares en territorio estadounidense, una exigencia que genera inquietud dentro del bloque por el evidente desequilibrio que plantea en favor de Washington.
El acuerdo evita una escalada inmediata, pero deja expuestas las tensiones estructurales de una relación desigual. Mientras en Washington celebran una victoria estratégica, en Bruselas muchos lo ven como una tregua frágil. A pesar de ello, el pacto representa un primer paso hacia una mayor previsibilidad comercial, aunque con un claro beneficiario: Estados Unidos.
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